Art is a gun (Manuel Talens)


El cuento final, primorosamente escrito, encandiló al muchacho. Él fue uno de los pocos que lo leyeron, pues la edición solo constaba de unas docenas de ejemplares, mecanografiados por un grupo de poetas jóvenes y novelistas de Rosario, su ciudad. Trataba de un campesino que se negó a ser soplón y a traicionar a sus camaradas de clase. El hacendado, vengativo, respondía dejándolo sin trabajo.

Las oraciones sinuosas, el verbo certero, los adjetivos sugerentes y algunas metáforas que adornaban el texto le parecieron lo más bonito que había leído en su vida, pero la característica que más le impresiono fue el final abierto, que permitía soñar, en el que los ojos del campesino se quedaban mirando fijamente al hacendado, con una determinación inapelable.

Muchos años después, aquel muchacho cayo combatiendo en la selva boliviana. Los soldados del ejército enemigo encontraron junto a su diario unas hojas desgastadas. El cuento se llamaba Venceremos.


En: Rueda del Tiempo, Coleccion Andanzas de Tusquets Editores, Barcelona, 2001, p. 9